sábado, 29 de diciembre de 2012

La 'noche más vieja' ya era sagrada

Katrin Pereda
        

        Junto a las proclamas navideñas más habituales, como ¡feliz Navidad!, ¡eguberri on!, ¡dale recuerdos a tu familia! o ¡pasar una buena noche!, se incluye una pregunta casi oficial los días previos a la Nochevieja. “¿De qué te vas a disfrazar?”. Mientras la respuesta persigue a algunas cuadrillas durante un mes antes y es objeto de las más disparatadas ideas en tertulias sin fin, otros; la misma mañana, con la ayuda de un comercio chino, se engalanan con pelucas, disfraces de pollo o de vaca, y marchan, pasada la medianoche, directos a la jarana.


Juan Antonio Urbeltz, estudioso de la
cultura vasca
            Pero, a la pregunta de cómo se originó este peculiar carnaval en Iruña, las respuestas transcurren en un encongimiento de hombros, achacar la autoría a la cuadrilla de tu padre o tirar de memoria: “En mis tiempos ya se hacía”. Juan Antonio Urbeltz, estudioso de la cultura vasca, afirma que este ritual de comienzo desconocido entra dentro de un ciclo carnavalesco: las doce noches santas. Comienza el día 25 de diciembre y finaliza el 6 de enero. Antiguamente, “marcaban el comienzo del carnaval y la aparición de las primeras máscaras. Durante esos días, los jóvenes preparaban el carnaval”, explica Urbeltz. Este hecho está íntimamente ligado con el clima ya que, “el tiempo que hiciera en esas doce noches santas marcaba la climatología que haría el resto del año”, concreta. Así, los campesinos de muchas partes de Europa observaban el tiempo de forma que “si el 25 de diciembre llovía, enero sería lluvioso; si el 26 hacía sol; febrero sería un mes con mucho sol, si el 27 seguía el buen tiempo, marzo sería soleado…así hasta llegar al 6 de enero”, subraya.

            Respecto al origen histórico, Urbeltz sostiene que es imposible señalarlo; si bien las tradiciones carnavalescas se deben situar en el Neolítico, cuando “el cambio en el modo de vida hacia el pastoreo y la agricultura, propició rituales que conjuraran la inseguridad que pudiera traer el porvenir  como sequías, inundaciones, heladas, plagas de insectos, etc”.

Una máscara actual
No somos los únicos 

         Como explica Urbeltz, los ritos de las doce noches santas han estado muy vivos en Europa central: Polonia, Chequia, Eslovaquia, Hungría o Alemania y las máscaras más corrientes han sido de caballo, ciervo, cabra y zorro. Aunque también han existido otras formas carnavalescas en Babilonia (festival del Akitu o Año Nuevo), Grecia (antesterias) y Roma (saturnales). Así, las máscaras que se utilizaban en la antigüedad, eran “pieles de animales, disfraces de deidades terroríficas como Basajaun o ‘hombre salvaje’, seres con máscaras aterradoras, diábolicas, desdentadas con cuernos y cuerpos deformes rellenos de paja, etc”, explica. Respecto a los ritos, los hombres se disfrazaban de mujeres y vicerversa y, durante unos días, los señores servían a los criados.

Las máscaras de cabra eran muy corrientes
            Un elemento carnavalesco muy extendido es el cencerro. “También lo encontramos en la isla de Cerdeña, en las islas griegas, en los Balcanes, en Bulgaria, Grecia, Rumanía o Eslovenia”, subraya Urbeltz. Ello responde a “viejas tradiciones pastoriles que buscaban conjurar mosquitos y tábanos antes de que los trajera la primavera”, afirma.



Gran desconocimiento 


En la antiguedad también se utilizaban
máscaras
           Sin embargo, este antiguo rito pasa totalmente desapercibido entre la población. Urbeltz señala varias causas: “La expansión de las culturas urbanas, junto al éxodo campesino hacia las ciudades, han laminado severamente las tradiciones campesinas”. De ahí que, “muchos pequeños pueblos mantienen vivas sus tradiciones porque en ello les va su identidad, su ‘estar en el mundo’”, concreta.

            Por otro lado, la vieja Iruña, siglos atrás, debió de tener dos formas carnavalescas. Una popular, “con figuras de enmascarados” y otra más privada, “celebrada en salones y casinos con las clases media-alta (comerciantes, profesiones liberales, burocracias administrativas)”, subraya.

            Hoy, a falta de dos días para la llegada de la ‘noche más vieja’, el ciclo de las doce noches habría comenzado ya. Los campesinos, cada día, mirarían al cielo y esperarían qué les depara el día y, por consiguiente, el año. Tampoco ha cambiado tanto. En la ‘noche más vieja’, más allá de los disfraces, se espera que la tormenta amaine. Que haya donde trabajar. Que, de nuevo, salga el sol.

           


           

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