miércoles, 26 de diciembre de 2012

No tuvimos mula y buey, pero sí muchas figuras


Katrin Pereda / Fotos: Luis Carmona

Un momento del montaje del belén de la Taconera. La colocación de la mula y el buey suscitó varios comentarios entre el público.


Nos adelantamos. En el libro ‘La infancia de Jesús’ el Papa Benedicto XVI anuncia que en el portal no había animales, vaya, ni mula ni buey. El primer belén de la Taconera, que este año cumple diecinueve años, tampoco los tuvo. Ni pajes. Según recogen las crónicas navarras de 1993 y los testimonios de sus protagonistas, el belén fue un éxito. El mayor nacimiento de Navarra se convirtió en una tradición. Tanto, que este año el 010 recibió varias llamadas preguntando por la fecha del montaje, de la puesta en escena. Pero, ¿qué hay detrás de esa ‘representación’ tan esperada?

Dos trabajadores sujetan al rey Melchor
Mari Ganuza, presidente de la Comparsa de Gigantes y Cabezudos de Pamplona, acudió hace veinte años a Valencia junto a un amigo. “Vimos una gran cantidad de personas guardando cola, nos picó la curiosidad, y nos pusimos nosotros también. Resultó que eran los tres reyes magos a tamaño natural junto a un nacimiento colocados en la plaza del Ayuntamiento”, recuerda. Sin perder el tiempo, Ganuza comentó a Valentín Redín, por aquel entonces encargado de protocolo del Consistorio, la idea. En octubre del siguiente año se puso en marcha. Y Valencia volvió a cobrar protagonismo. “Hablé con el fallero (ahora jubilado) Vicente Tornador Pascual y le preguntamos qué podía hacer”, relata Ganuza. La respuesta se materializó en 31 figuras de cartón. El fallero, con sentido común, preguntó por la lluvia en Pamplona. Sí, llueve. Casualidades de la vida, ese año los fosos se inundaron y “la mitad de las piezas se estropearon”, indica Ganuza. 


Clavando la figura en el suelo
            Un año después, en 1994, todo se planificó con más tiempo. Se sustituyó el cartón por el poliéster (en caso de inundación no se dañaban tanto) y se incrementó el número de figuras hasta llegar a las 52. Una vez más, Tornador y su hijo, Vicente, fueron los encargados de moldear los personajes. Así, se incorporaron la mula, el buey, los pajes, doce ovejas, tres palmeras y al menos 20 figuras más. El montaje, por aquel entonces, corría a cargo de miembros de la Comparsa de Gigantes y Cabezudos de Pamplona y el belén daba la vuelta a todo el foso de la Taconera. “Éramos un grupo de diez a catorce personas y todos los años intentábamos hacerlo diferente, cambiábamos el portal, añadíamos nuevos elementos”, destaca. De esta forma, un año innovaron con un portal en forma de caserío con tejas derruidas y madera vieja de roble.

Paquita, una cierva muy juguetona

La figura de un pescador
La convivencia con los animales constituía un fenómeno difícil de eludir durante quince  días (el tiempo en que se instalaba el belén). Son varios trabajadores los que recuerdan a la cierva Paquita. “El primer año se comió la mitad de una figura que llevaba un jarrón. Era una cierva que estaba criada con biberón y no tenía miedo al hombre. Si le gustabas bien, y si no te daba una leche…”, indica Ganuza. Emilio, trabajador de Ilanor, la empresa encargada del montaje de luces, tampoco la olvida.  “Tenía una fuerza increíble, se colocaba junto a ti y te tiraba lo que tuvieras en la mano. También era capaz de saltar tres o cuatro metros por encima tuya”, señala Emilio. De ahí que para proteger a las figuras se estableciera un cableado en cada una, pero sin ningún riesgo para los animales, subraya Ganuza.


El ángel, a punto de ser colocado por dos operarios en la Taconera
Otra especie rebelde dentro de la fauna de la Taconera fueron los patos. Los picotazos inesperados eran su arma defensiva frente a ‘los del buzo azul’ y éstos últimos se ayudaban de una cesta para evitar el picotazo. Con el tiempo, cada vez que veían a operarios los patos se iban corriendo. Emilio destaca la estrategia de algunos animales. “En lugar de ir de frente, bordeaban, e iban haciéndose un sitio”, comenta. Aunque había momentos de tregua.  E incluso de encontrar acomodo (cuando llovía los patos se metían en los rincones del portal) o se aposentaban encima de los focos buscando el calor. “Ahora los focos se instalan más altos”, explica Emilio. Aún hoy algunos patos persisten en la búsqueda del mejor foco y, por lo visto, es el ubicado debajo del niño Jesús. Quizá buscando amparo mágico, los ciervos son otra especie que ha hecho migas con las figuras. “Un año vimos que dormían entre las patas de los camellos, a la sombra de los reyes magos”, destaca Víctor Piñeiro, responsable de infraestructuras y equipamientos culturales del Consistorio.

Vandalismo y menos figuras

Los miembros de la Comparsa al cabo de los años dejaron de montar el belén y el Consistorio lo fue adjudicando a diversas empresas. El espacio se redujo drásticamente (pasó de dar la vuelta a ocupar solo el estanque delantero de los patos) y también las luces (antes cada 40 metros se situaba una y los árboles se decoraban con guirnaldas) y las figuras disminuyeron (hoy componen el belén 30). Respecto a estas últimas, Ganuza, quien restaura las figuras cuando se deterioran, afirma que “cada vez se estropean más. Si sigue así, dentro de tres o cuatro años el belén desaparecerá. Hace falta una inyección económica para realzarlo, hay que hacer muchas figuras nuevas”, señala. Coincide con él Enrique Zunzarren, de la empresa adjudicataria para el montaje del belén desde hace cuatro años. “No hay una inversión para mantener las figuras, todos los años habría que comprar dos o retocar el belén para ampliarlo o conseguir atraer a más público”, incide. Sin embargo, Piñeiro considera difícil que en la actual coyuntura económica se aumente el número de figuras.

            El belén también se ha visto perjudicado por el vandalismo. El año pasado un adoquín lanzado desde el muro destrozó la cabeza del dromedario de Melchor. Al menos quince adoquines se encontraron en las cercanías de los dromedarios. Y, hasta la fecha, se han robado cuatro niños Jesús. De ahí que este curso el puente que unía el portal con el jardín se haya eliminado del conjunto.

Varias figuras ubicadas en la esquina izquierda del estanque
Pero, lo innegable, es que el 20 de diciembre, día del montaje, muchas  personas posaron sus manos en la barandilla y observaron satisfechos ‘su’ belén y comentaron la inesperada aparición de la mula y el buey. Y, días antes, fueron varios los que llamaron al 010 preocupados por la tardanza. E incluso hubo quien se acercó  a Piñeiro para pedir explícitamente que Melchor se alejara unos metros más del muro, por si acaso. Lo innegable... es que no puede perderse.

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